1. SUÁREZ-CHAMORRO
COLLAGES | GRABADOS | SERIGRAFÍAS | BRONCES
RETROSPECTIVA (1990-2012)
Del 23 de Febrero al 31 de Marzo
Si nos remontamos a la situación plástica europea tras la Segunda Guerra Mundial, observaremos una sociedad destrozada, en la que
los artistas de la posguerra se encontraron con un ambiente de absurdo, de duda, sin grandes proyectos por los que luchar. Es
entonces cuando una buena parte de ellos toman la iniciativa de alejarse de la realidad y refugiarse en la abstracción, en una estética
abstracta o informal para traducir sus impresiones de la realidad, reflejando, en parte, su crítica al momento que le tocó vivir. A esto
se le conoce como informalismo, siendo un movimiento pictórico que comprende todas las tendencias abstractas y gestuales que se
desarrollaron en Europa en la posguerra; y que se dio en paralelo al expresionismo abstracto estadounidense. Si buceamos en la
tendencia informalista, observamos que hay distintas corrientes, como la abstracción lírica, la pintura matérica, la Nueva Escuela de
París, el Art. brut o el machismo, entre otras.
La presencia del informalismo en nuestro país junto a la abstracción, el surrealismo o el pop-art, intentaban abrirse paso entre las
generaciones del posfranquismo, a través de artistas que se asomaban con éxito a la crítica y al mercado como Tàpies, Millares,
Saura, Brossa, Chirino, el Grupo El Paso y un largo etcétera. Será en estas coordenadas de los artistas mencionados, en el espejo
plástico donde se mirará Suárez-Chamorro en sus comienzos con el arte. Nacido en Bedmar, Jaén, en 1951, vivió su infancia en el
campo, fascinado por el mundo de lo rural que tenía a mano: aperos de labranza, corrales, animales, recogida de la aceituna,
estampas religiosas, cines de verano y, la conciencia crítica de una sociedad que debió sufrir las consecuencias de una guerra civil
que desembocó en cuarenta años de aislamiento y pobreza, particularmente en el medio rural y las clases menos favorecidas.
Sobre la infancia y sus recuerdos Suárez-Chamorro desarrollará una particular iconografía que ha existido desde sus primeras obras,
donde temas como la religión, el cine, el mundo de lo rural tienen una misma raíz. Su particular vivencia de la religión ha quedado
reflejada en su obra, con referencias icónicas a las estampas devocionales que hacen cuestionarse el verdadero sentido de la religión
(corazón de Jesús y María). Estas imágenes formaban parte habitual de los hogares medios españoles de la postguerra, donde la
religión ocupó un lugar clave a través de la propaganda dictatorial; estampas presentes en obras como en la serie Latina. Suárez-
Chamorro además de la utilización de estas imágenes para confeccionar su particular iconografía de raíces de lo popular andaluz,
también ha continuado en este aspecto de lo religioso con el recuerdo de favorecer a los que carecen no sólo de comodidades sino de
tener una vida digna, tal y como le inculcó su madre de pequeño, cuando la acompañaba a visitar a familias necesitadas. En estos
momentos extiende esta inquietud siendo el presidente de la ONG Icodes- (Instituto de Cooperación para el Desarrollo Sostenible),
cuya finalidad consiste en ofrecer formación y ayuda humanitaria en Centroamérica y Marruecos; participando en la actualidad en el
diseño de viviendas para países necesitados.
Igualmente, el tema del cine será otra de sus aficiones particulares, interesándole particularmente más el mecanismo y puesta en
marcha de la creación, producción y difusión que en la obra ya creada. Este mundo lo vivió de cerca en su infancia a través de los
cines SUMAMA y Chamorro (décadas de 1950 y 1960) en su pueblo natal, Bedmar (Jaén). Estos cines eran una empresa familiar a
través de la cual tuvo contacto directo con el mundo de fantasía del cine, rodeado de pequeños folletos, pasquines y publicidad de
las películas, fundamentalmente llegadas del lejano y fascinante Hollywood que lo aislaban de la gris realidad andaluza y española
de estos años. De aquellos cines aún conserva el objetivo de una de aquellas primeras máquinas de cine, recuerdo de su padre. En la
actualidad, se encuentra trabajando en este campo del audiovisual investigando en este arte, inicialmente a través de la base
documental y del corto, que en poco tiempo mostrará por primera vez públicamente.
En España, el arte moderno de los años cincuenta y sesenta era producto de una reflexión peliaguda sobre la libertad del individuo y
su relación con un mundo en crisis de valores. Desde los Estados Unidos y desde la Europa burguesa, se consideraba que
precisamente ese arte se había producido gracias a la libertad concedida por la democracia liberal, en oposición a la estética
dogmática y propagandística de los países comunistas. En aquella España, los años cincuenta supusieron en el plano artístico una
supuesta apertura hacia lo que se hacía en París y especialmente en Estados Unidos. España buscaba la legitimación internacional de
su arte contemporáneo y sus artistas, y con el informalismo en los inicios como base, exportaba a través de los medios oficiales este
nuevo arte que alumbraba todas esas características del arte español: austeridad, religiosidad, empleo de tonalidades oscuras, etc. No
será hasta los años sesenta cuando la proyección de estos artistas tengan su hueco más allá de nuestras fronteras, cuando aumente la
posición crítica de los creadores españoles vinculados al nuevo realismo y a la figuración pop art.
Y será de esta obra creativa y de esta situación artística de la que tome Suárez-Chamorro su punto de partida, realizando desde los
años setenta y, especialmente a partir de la década de los noventa, un lenguaje propio que basado en la obra de artistas como Beuys,
Millares, Chirino, Brossa, o Tàpies, las recrea a su manera en un lenguaje plástico que va del informalismo al surrealismo, con una
iconografía y mensajes muy característicos que irá repitiendo en las distintas series en las que trabaja.
Suárez-Chamorro comenzó a trabajar en los años sesenta en el grabado así como con la serigrafía, la fotografía y el cartel, siguiendo
de manera continuada hasta la actualidad. Experto en Economía del Arte, está especializado en Urbanismo por la Universidad de
Málaga. Desde los años sesenta ha venido desarrollando una intensa labor en el campo artístico, desde el plano de la organización,
en la dirección durante cuatro años consecutivos (1998-2001) de las Jornadas sobre Tasación, Valoración y Gestión museística, al
frente también de la Vocalía de Artes Plásticas del Ateneo de Málaga (2005-2009), donde realizó los encuentros de Fotografía
(FotoCityON) (2006 y 2008), siendo su director y fundador. En su faceta de director de publicaciones cabe destacar los Cuadernos
de Gestión Pública Local que edita la Diputación de Málaga desde 1995, o como director y fundador de la revista del Colegio de
Economistas de Málaga, Economistas Málaga (1994-1999).
Su intensa actividad expositiva viene marcada desde los inicios de la década de los noventa, cuando Suárez-Chamorro comienza a
trabajar en las series que constituyen su gran corpus plástico e iconográfico. Es interesante descubrir cómo de estas series: Heridas
(1990-1998), Instrumentos para entender Andalucía (1991-1999/ 2009), Torturas (1991-1999), Latina (1991-1999 / 2009) ó Fritan-
gas (1989-2002), todas se comenzaron a trabajar en los inicios de la década de los noventa, en un estilo, que si bien puede resumir
los gustos estéticos de nuestro pintor, (informalismo, surrealismo, dadaísmo) han servido para realizar una plástica personal, con
numerosos puntos en común que hablan un mismo lenguaje y que ha sabido extrapolarlo tanto a la pintura como a la obra gráfica, a
la cartelística, a la escultura o a la fotografía y los medios audivisuales en un lenguaje contemporáneo. Súarez-Chamorro se ha
convertido en un artista total, capaz de traducir emociones y vivencias en un lenguaje propio, que, no obstante, utiliza objetos, letras
o signos capaces de descifrarlos en un contexto determinado, que nuestro artista, hace creíble y entendible a través de su pasión
lírica en los títulos que las describen.
2. Del mismo modo, tal y como acertadamente expone el profesor Francisco Palomo, en las asociaciones de imágenes que crea Suárez-
Chamorro, refuerza la significación icónica de lo visible, con la cubrición primitiva o informal (trapos, arpilleras, materiales de
desecho, marmolinas, grandes manchas de pintura) de otra paralela o un trozo de la que vemos. Una y otra se convierten en
símbolos de otra cosa, se complementan y potencian, siendo el resultado un nuevo significado. Es el “tapado”, que caracteriza su
producción pictórica o grabada y que es de raíz informalista tanto como surrealista, trabajado desde sus primeras series como en
Heridas (Herida de manta, tapado, 1990).
Los materiales de los que se sirve además del tapado son los collages, para los que emplea diferentes texturas como papeles, telas,
hilos, objetos que inserta en superficies creadas principalmente sobre tabla, chapa y con polvo de marmolina, como si fuera un
escultor trabajando sobre el lienzo vacío. Mayoritariamente es común en sus obras la utilización que hace de las líneas horizontales
gruesas que la dividen, superponiendo e integrando estos materiales y conformando grandes collages. Toda su obra, a pesar de no
existir apenas la figuración y ser básicamente abstracta basada en el informalismo, no deja de lado la vertiente lírica para definir
obras críticas insertas en una serie completa, donde Suárez-Chamorro deja paso a la interpretación plástica de una crónica social de
su infancia, del ambiente y lugares donde ha vivido.
En una de sus primeras series Heridas (1990-1998), nos encontramos con una primera obra “Herida de manta” descarnada, en
alusión a la Guerra Civil española, donde una gran manta cubre prácticamente toda la superficie plana, mostrando rotos y heridas de
“guerra”, de una guerra cruenta que tuvo su fin más inmediato en las heridas cosidas por manos expertas que definieron la
posguerra, unas heridas que dejaron tremendas cicatrices en varias generaciones que fueron mermadas de sus derechos. El artista
comenta ante el impacto visual de esta obra, su investigación en la Facultad de Medicina para poder mostrar ese aspecto impactante
y sangriento, además de utilizar como si de una mano experta se tratara, puntos de cirugía para el cosido de las heridas en la manta.
Una obra del todo trascendente que definió, de alguna manera, su carrera. El resto de la serie Heridas son una secuencia de siete
obras llamadas “Herida de humano” (1993 a 1998), donde vuelve a seguir en esta línea reflexiva de la contienda española, con
grandes líneas gruesas que dividen los espacios, tratados en colores mayoritariamente terrosos: negros, ocres, rojos y que vuelven a
las heridas y los cosidos como leitmotiv. La arpillera, las chapas, las monedas, el papel, son los elementos que van describiendo de
alguna forma esa realidad que formó parte de la infancia del artista, y donde la influencia de la obra de Millares y Tàpies está
fuertemente presente.
Suárez-Chamorro continuó trabajando en la segunda de sus series llamada “Instrumentos para entender Andalucía” (1991-1999/
2009), de la que se puede decir que es una de las más extensas, con obras de gran formato y donde los guiños surrealistas cobran
mayor importancia. Materiales como la marmolina adquieren un mayor relieve en mucha de las pinturas, aplicada sobre toda la
superficie unas veces pintadas de color y sobre la que se aplican elementos externos a forma de collage-. Sigue repitiendo la fórmula
de la división formal del cuadro, bien por partes pintadas que sirven de elementos antagónicos en el resultado final. Un ejemplo de
ello lo tenemos en la obra “Tiempo” (collage sobre superficie dura y tela, 1991), donde recurre a la división en dos espacios, uno
superior donde realiza un juego muy interesante aplicando pintura de diversos colores que forman un espacio donde las manchas
toman la primacía, para dividirse mediante un punto de luz y tras una línea divisoria plástica integra unas letras de cambio antiguas
pegadas sobre la marmolina armónicamente dispuestas, jugando con el movimiento en una disposición muy musical.
La imagen de la Andalucía de posguerra y directamente remitiéndonos a la niñez del artista forma parte esencial de toda la serie.
Los títulos ofrecidos a las distintas obras así nos lo participa: “Teatro”, “Añoranza de escuela”, “Homenaje a la abuela que no ví”,
“Condecoraciones para después de una guerra”, “Recuerdos a peseta”, “Niño con un rulo aceitoso”, “El peso de la cosecha”, “Tres
elementos para entender Andalucía”, “Juego de muda y maleta” ó “Carta abierta al desaparecido coraje civil”. En todos ellos el
collage sigue siendo característica predominante, así como la utilización del ensamblaje con telas, papel, chapas y otros materiales
menores; además de hacer un uso más constante de sus “tapados” en ejemplos como “Votaciones en mayo” (1991) donde la
influencia de Antoni Tàpies queda bien patente, o en “Añoranza de escuela” (1992) entre otras. También un sutil erotismo
camuflado en su vertiente más surrealista se hace eco en obras como en el tapado “A un palmo del placer” (1992), “Trasero” donde
juega con una silla y la alusión a la figura femenina y la erótica del sudario; ó “Pezones en la cúspide” (1994) donde unos viejos
platillos sirven de insinuación de unos senos trabajados en una base de polvo de marmolina.
En las dos series siguientes Torturas (1990-1999) y Latina (1991-1999/2009), Suárez-Chamorro continuó con la sintaxis y mor-
fología ya empleada en los trabajos anteriores. Sin embargo, y tal y como apuntaba en 2000 con motivo de la exposición donde
mostró estas nuevas series, el artista optaba por radicalizar sus temas, ofreciendo una dura crítica manifestada a través de la paradoja
y la contradicción de los propios sentimientos humanos, en una valoración de la sociedad cruenta y devoradora en la que vivimos,
sin haber avanzado en propuestas socializadoras y estabilizadoras de igualdad. Los títulos refuerzan el sentido deseado de impacto
visual que busca el autor en series como Torturas (1998), la mujer maltratada o denominaciones con la ironía como común
denominador en títulos como “Réquiem”, “Pureza”, etc. Estas series suponen el vitalismo y creatividad de Suárez-Chamorro puestos
al servicio de la denuncia y la radicalización del mensaje a través de la asociación de imágenes y el collage.
En la serie Latina (1999), Suárez-Chamorro presenta varias obras: “Pureza”, “Gemelos”, “Incontinencia”, “Trilogía a la Tragedia de
amor” y “Réquiem en Fa Mayor por la Mujer Maltratada”, donde es evidente la sátira y la ironía en una denuncia de una sociedad
cercana, o quizá sea un mero reflejo de nuestro entorno, de los valores que expresamos como colectivo dentro de una globalidad a
niveles generales-, en los que el elemento folclórico unido al factor religioso-místico, se convierten en protagonistas absolutos,
llevando al espectadoractor a ser intérpretes convertidos en dignos comediantes, de una proyección que se alarga en el tiempo tanto
como nuestros orígenes. En estas obras se sirve de nuevo del “tapado” como verdadero eje referencial del contexto global de la obra,
utilizando dimensiones bastante considerables 227 x 170 cm para presentarnos en forma de parodia iconográfica, elementos tan
populares dentro de nuestras tradiciones como la iconografía religiosa -Virgen del Sagrado Corazón- unidos armoniosamente como
las más de las veces en nuestras fiestas y sentir popular, con el folclore más popular. “Pureza”, es una obra cargada de transgresión y
tintes casi anarquistas. Su fuerza radica en la denuncia que a efectos de esa religiosidad latente, que convierte a sus imágenes
sagradas casi en figuras totémicas-, se hace a través de su asociación con el traje de fiesta, y la medida de la pureza -véase castidad,
virtud, continencia... en un mundo que todo lo mide y analiza desde el punto de vista de lo establecido, de esas normas regidas por
una simple minoría, que ejerce como fuente de poder y atracción en este caso, desde esas formas populares.
En esta serie vuelve a utilizar materiales como el polvo de mármol, y la incorporación de objetos: telas, maderas, -materiales pobres-
, elementos populares y tradicionales de un pasado cercano -óleos de iconografía religiosa popular, cintas musicales de antiguas
pianolas- que incorpora a la desnudez en la mayoría de los casos de la tabla como soporte único. La referencia textual que reclama
su espacio desde obras como “Trilogía a la Tragedia de Amor” (Serie Latina III) (1999) (tríptico), con referencias a un universo que
se asoma al mundo lorquiano, recupera elementos del pasado como las cintas de canciones insertas en las antiguas pianolas, para dar
una visión particular de sus sentimientos -con sus propios escritos-.
En cuanto a la serie Torturas (1991-1999), ésta viene a incrementar una producción descarnada y crítica -situación de maltrato- que
sigue sufriendo buena parte de nuestra sociedad a niveles generales, pero más en particular la mujer, desgraciadamente tema portada
de noticias en nuestros días.
3. En ella, el artista explicita a través de sus títulos: “Obsesión por colgarlo todo” (Serie Tortura IV) (1999), “No puedo más (+)”
(Serie Tortura V) (1999), “Rascar/ Lavar/ Reducir” (Serie Elementos de Tortura VI) (1999), una denuncia en voz alta. El uso del
collage le permite acceder y acercarse a niveles interpretativos de gran impacto para el espectador, con elementos como una silla
rota y unas cuerdas “No puedo más (+)”, o una antigua pila de lavar despojadas de su función más inmediata-, en la que juega con el
significado semántico “Rascar/ Lavar/ Reducir” (Serie Elementos de Tortura VI) (1999), donde antepone la reconversión de -
imágenes cercanas y cotidianas, a favor de los intereses reclamados desde un sector de la sociedad que ha sido desfavorecido desde
tiempo atrás.
Simultáneamente al resto de series comentadas, Suárez-Chamorro iba trabajando en Fritan-gas (1989-2002), título en clave de
humor respecto a temas trascendentales que se dejaban entrever en la claridad de su exposición plástica y el título que las definía.
De nuevo el juego entre artista y el guiño al público a través de la ironía forma parte imprescindible para entender la obra de Suárez-
Chamorro, una obra directa, vitalista y que se expresa sin ambigüedades para el lector, para el tercer ojo que observa la vida como
juego y crítica. “Dirección Reich” enlaza perfectamente con esta supervivencia de ambigüedades sin dejar indiferente al otro. Las
bases formales son las mismas empleadas en series anteriores, pero la libertad de interpretación es mayor, y el uso figurativo va
apareciendo como en la obra “Concepto de catedral” a través de líneas que figuran la realidad arquitectónica o en otros casos la
figura humana, como en “Libertad es pasión”, pero sin dejar de lado la abstracción. El uso de signos usados a manera de símbolos,
el empleo de tonalidades oscuras, la recuperación de elementos del pasado o el polvo de marmolina siguen siendo elementos
habituales de su particular plástica.
Suárez-Chamorro comenzó en la década de los noventa a realizar esculturas, al igual que ocurría con sus obras de gran formato, aquí
lleva al soporte tridimensional sus viejos objetos revestidos de su particular surrealismo, con títulos donde la metáfora y lo
simbólico cobran protagonismo. También se sirve de las series para volver a dar coherencia plástica y formal a esculturas en las que
de nuevo el título sirve de hilo conductor de las experiencias y críticas vitales del propio artista. La primera de estas series fue Lírica
de Mesa (1992) un conjunto de 13 esculturas de las que podemos destacar “Menú duro”, “Sellador para un correo electrónico”,
“Perlas humanas” ó “Mundo cúbico”, “Incontinencia”, “Libertad condicionada” en la que incorporaba viejos objetos en una suerte
de collage, realizadas en bronce a la cera perdida y patinado a la antigua en su mayoría. Se trata de esculturas monotipos trabajadas
en un tamaño de 3 ó 4 metros para convertirlas en esculturas urbanas, donde la influencia del poema visual de Joan Brossa queda
bien patente. La particular lírica de Suárez-Chamorro con referencias a su infancia y ese mundo de posguerra en Andalucía sirven de
leitmotiv también para su universo escultórico. De entre ellas podemos destacar el homenaje a la Cruz Roja en su XX Aniversario
en Málaga, edición de cien esculturas realizadas en 2008 que fue ampliamente difundida. Castañuelas, prismáticos, viejas gafas, son
parte de los elementos utilizados.
Otra pieza a destacar es el Homenaje de Mahler a Marjorie Grice-Hutchinson, una pieza en bronce fundido a la cera perdida, que
conecta la gran figura del músico austríaco con la labor encomiable de una gran amante de Málaga, la historiadora del pensamiento
económico Marjorie Grice Hutchinson. Aquí el artista esculpe a modo de figura humana un busto sin definir en sus rasgos, pero
altiva y consciente de su trabajo. La relación entre Suárez Chamorro y la música, esencialmente en su forma clásica, es una
constante de su producción, con títulos como su “Réquiem en Fa Mayor por la mujer maltratada” o esta misma obra haciendo
referencia al compositor Gustav Mahler (1860-1911). La referencia a Mahler en los artistas de esta generación es una constante en la
obra artística e intelectual de las generaciones de postguerra especialmente los nacidos en los años cuarenta y cincuenta-, debido, en
su mayor parte a la recuperación de la figura del compositor austríaco a partir de 1960 con la conmemoración del centenario de su
nacimiento5. Quizás las palabras absolutamente clarificadoras del compositor y director de orquesta Leonard Bernstein proclamó lo
que supuso la figura de Mahler para la segunda mitad del siglo XX, retomando aquí el hilo de nuestro argumento, el porqué los
artistas fijan su atención en la figura de Mahler. Bernstein dijo al respecto en 1967: “Su tiempo ha llegado ya. Sólo después de
cincuenta, sesenta, setenta años de holocaustos mundiales, de simultáneo avance de la democracia unido a nuestra creciente
impotencia para eliminar las guerras, de magnificación de los nacionalismos y de intensiva resistencia a la igualdad social; sólo
después de haber experimentado todo esto, podemos, finalmente, escuchar la música y entender lo que él había soñado ya. A través
de los vapores de Auschwitz, de las junglas asoladas de Vietnam, de Hungría, de Suez, del asesinato de Dallas, de los procesos a
Sinyavsky y Daniel, de la plaga del macarthysmo, de la carrera de armamentos, (.) sólo después de todo esto”.
Efectivamente Mahler se convierte en referente al igual que su contemporáneo Siegmund Freud (en este caso en la serie “La parte
inversa del sueño” compuesta por cinco obras que se inicia en 2010-2011) de un arte que podría definirse como la manifestación
sonora de la histeria colectiva que se dio efectivamente en el siglo XX con las dos grandes guerras mundiales y que en España tuvo
su particular sinrazón en lo que se dio llamar Guerra Civil.
Suárez-Chamorro continúa investigando y trabajando en nuevas obras, las aquí presentes son buena parte de su trabajo, en el que
observamos una evolución plástica personal y comprometida con su propia contemporaneidad-, ejemplificada desde esa inclusión de
objetos cotidianos utilizados y reutilizados como referentes principales, en algunos casos despojados de su significado icónico,
expuestos desde un espacio ejemplar y a veces extremo, resolviéndose en la crítica como actitud vital y reivindicadora en el
verdadero símbolo de esta su última producción. Partiendo en sus inicios de un lenguaje, el informe, que como tal era propio de un
momento histórico -el siglo XX-, un siglo con demasiado horror existencial y de crisis. Su obra, por tanto, es parte conclusiva y
analítica encuadrada en la segunda mitad del pasado siglo, con una vinculación terrenal hacia lo matérico, hacia sus raíces, que le
han llevado a realizar una crítica profunda sobre su vida, sobre el momento histórico que le tocó vivir, donde su tierra, Andalucía,
termina convirtiéndose en figura principal en toda su obra, una tierra a la que nuestro artista ha estado vinculado desde sus inicios y
por la que se ha convertido en una gran conciencia crítica.
Lourdes Jiménez Fernández.
Historiadora del arte. Gestora cultural independiente.